Karen Alfaro Monsalve
Chile: Un giro político histórico
21 DIC 2021
Por Pablo Paredes De Zárate / Fotos Diego Figueroa y Juan Hoppe / Migrar Photo
Historia y DDHH / 26 AGO 2021
Paso a paso, con protocolos por Covid19 (y protocolos de tiempos y formas) Chile sigue haciendo historia. A casi dos años del #EstallidoSocial y a 10 de la Revuelta Estudiantil, el país trasandino se encuentra hoy con sus 155 convencionales ya elegidxs y divididxs en comisiones para redactar la nueva Constitución.
Si este presente no es lo suficientemente complejo y determinante, también se debe sumar que el 2021 es año electoral y el 21 de noviembre se elige nuevx presidentx. Antes hubo comicios para votar a las máximas autoridades de cada región -el equivalente a las gobernaciones en Argentina-. Y, por supuesto, la situación sanitaria por el coronavirus atraviesa la cotidianidad de lxs chilenxs, tanto así que a principios de agosto hubo toque de queda en las ciudades más grandes para limitar la circulación… del virus.
Sin Retorno entrevistó a la especialista en Historia y Derechos Humanos, Karen Alfaro Monsalve, quien es prodecana de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile (UACH), integra la Red de Historiadoras Feministas y evaluó el día a día de un país que se está reconstruyendo.
La vuelta a la democracia de Chile fue consensuada más que conquistada. Y en el consenso, varios temas quedaron debajo de la alfombra y no debían tocarse porque, justamente, la democracia de Chile “es muy frágil”. La reparación a las víctimas del gobierno de facto de Pinochet y el abordaje real sobre los derechos humanos siempre fueron una cuestión pendiente. No llama la atención -o sí- que la primera comisión que se creó abordara este tema como fundamental para la reescritura de la carta magna. En contrapartida, entre los convencionales está Jorge Arancibia, ex edecán y almirante de Pinochet.
Entre la dictadura militar y la vuelta a la democracia se consolidó el modelo neoliberal en Chile. Todos los servicios y los recursos se privatizaron. La salud, la educación y demás derechos se volvieron inaccesibles para las grandes mayorías. Y cuando se dice que “todo quedó en pocas manos”, realmente es así. Siete familias concentran la riqueza y el poder. Los apellidos son: Angelini, Lecaros, Yaconi – Santa Cruz , Sarquis, Stengel, Fernández e Izquierdo.
Y en los ’90 se difundió una promesa: la educación como garantía del ascenso social. Y bajo esta máxima se desarrolló un sistema educativo privado, con aranceles mensuales que valen lo mismo y más que un salario promedio de cualquier trabajador/a.
A costa de poder estudiar, lxs chilenxs aceptaron tomar créditos millonarios a pagar por el resto de la vida. Y en todos los niveles educativos, no solo en el superior.
Esta “promesa rota” es fundamental para entender la Revuelta Estudiantil de 2011, considerada hasta el “Estallido Social”, como la movilización más grande desde la vuelta a la democracia. En agosto de aquel año, durante el primer mandato de Sebastián Piñera, estudiantes y docentes salieron a las calles en lo que fue el punto más alto de las protestas tras semanas de paro y tomas de escuelas. Los sindicatos, las diversidades y la sociedad en general apoyaron con marchas y cacerolazos. El pedido: la gratuidad de la educación, derecho todavía negado para la sociedad desde hace décadas.
En 1981 Pinochet había eliminado la educación pública superior y, con esa medida, explotó el boom de las universidades privadas. Quien no podía pagar, sacaba un crédito con intereses esclavizantes. Ya en el año ‘90 el dictador volvió a reducir al mínimo la presencia del Estado en la educación, dejando apenas como una garantía el nivel inicial.
Lo de 2011, que se recuerda como un antecedente a lo sucedido en 2019, fue en su momento un segundo capítulo a la “Revolución de los Pingüinos” (por el color de los uniformes de los estudiantes) que tenía la misma exigencia para la entonces presidenta Michelle Bachelet: educación gratuita y el fin del lucro del sistema privado. En Chile no se soportaba más la vida que no era vida.
“Un sueldo mínimo en Chile es de 450 dólares. El mismo valor que puede tener el arancel de una escuela primaria y de una universidad. Soy parte de una generación que estudió con parte del Fondo Solidario durante la época de la concertación. Después de muchos años de haber egresado, aún sigo pagando mi carrera universitaria. La deuda que se adquiría es 10 veces más a lo que valía”, expresa Karen Alfaro
Como se abordó en artículos anteriores*, el Estado siempre respondió con violencia cada vez que la sociedad salió a la calle para reclamar. Y es que las fuerzas policiales, el ejército y los carabineros nunca se “despinochetizaron”. Todavía está en investigación -y sin justicia aún- las 36 muertes y los 12 mil heridos que hubo durante el estallido social (del 14 al 25 de octubre de 2019). Y se multiplicaron las denuncias de represión, torturas, violencia innecesaria y violación de los derechos humanos a manifestantes, detenidxs y presxs políticxs.
¿Y por qué es la violencia de lxs dueñxs? Porque lxs hay y son este club de siete apellidos.
“Son las familias oligarcas tradicionales, aristocráticas, históricas. Se hicieron poseedoras de las principales empresas del Estado, primero la industria, luego el capitalismo financiero, las AFP, la educación, la explotación forestal, las pesqueras y tienen representantes en el Congreso afín a sus intereses económicos. Efectivamente son las dueñas y ejercen. Algunos representantes (congresistas) fueron empleados, se corroboró que cobraban sueldos”, afirmó Karen Alfaro.
La primera victoria del establishment fue que no haya una Asamblea Constituyente popular, sino la Convención Constituyente que hoy conocemos. Y la segunda victoria fue en relación a los tiempos, bien ajustados, para un debate rápido en el que no se busque romper la columna vertebral del sistema económico desigual que caracteriza a Chile. Además, se opera con la constante crítica a lxs convencionales, buscando desde los medios masivos hegemónicos la desacreditación. Una de las más apuntadas es Elisa Loncón, la presidenta de la Convención, mapuche y mujer.
“Creo que incluso estas familias dueñas de Chile han llegado al convencimiento de que es necesario generar un Estado con políticas sociales para apaciguar el descontento y las manifestaciones. Lo han dicho públicamente. Pero esto sin transgredir el modelo. Un neoliberalismo con rostro social”, evaluó Alfaro en relación a la reacción del establishment.
Y con respecto de lo que se avecina en el Chile de la nueva Constitución, Karen es esperanzadora y entiende la necesidad de que el tejido social no se rompa. Y rescató las acciones de solidaridad: “Post estallido hubo cabildos ciudadanos y asambleas, esos son espacios importantes de recuperar, en la medida que se pueda. Es necesario articularse, mantener las ollas comunes, los campamentos también. El tejido social se debe sostener para construir un proyecto político más amplio, para no volver a la condición de ciudadano espectador”.
“Lo que se buscó con la Convención fue que haya un ‘plebiscito de entrada y otro de salida, pero que no se manifiesten más’. Pero hubo manifestaciones por los presos políticos. Tengo una apuesta por la fuerza social, política y el poder constituyente, que está en el pueblo y se ejerce en la medida que las reivindicaciones demanden”, afirmó.
Lo concreto es que lxs 155 convencionales tienen nueve meses para redactar la nueva constitución nacional. La cuenta regresiva empezó a correr desde la primera sesión, el cuatro de julio. Podrán pedir un plazo de tres meses más, pero es el único. En un mes y medio sólo trabajó la primera comisión. El tiempo parece deliberadamente insuficiente.
Ante un Chile modelo, fuente de inspiración para futuros procesos, como el de Colombia, Karen rescató el poder de lo colectivo, la potencia del "nosotrxs".
“En el estallido hay un recuperar de un nosotrxs, frente a un contexto de individualidad fragmentada. Se remitió a la categoría de pueblo, las grandes alamedas, la Unidad Popular, la reivindicación, ese nosotrxs, esa recuperación de la política, la identidad de clase y se expresa de manera muy potente, con romper el miedo. En Chile nace y cae el neoliberalismo. El ejemplo de Chile es que no existe la promesa neoliberal. Es el ejemplo de que el neoliberalismo fracasó. No se puede cumplir la promesa de realización en el consumo, en un modelo de educación y salud de mercado. Eso ha fracasado y es la señal para los distintos pueblos de América Latina y el mundo”.
En Chile, el 96% de los programas para infancias están tercerizados y sus trabajadorxs subcontratadxs. Además, existen denuncias de abusos e irregularidades y el contexto de pandemia agrava la situación.
La promesa con la que se habían creado en los años ’80 las Administradoras de Fondos de Pensiones no se cumplió. Lxs jubiladxs “mueren en la miseria”. En las calles la consigna #NoMásAFP se multiplica, mientras que con la especulación financiera las AFP ganaron millones.
En Valdivia grupos de voluntarixs atienden a lxs heridxs durante las manifestaciones. También ellxs son reprimidxs por Carabineros. Reciben colaboración de las personas que les regalan insumos para que puedan seguir ayudando.
El #Apruebo se impuso en el plebiscito con casi el 80% de los votos. El nivel de participación fue el más alto de la historia. El pueblo chileno redactará una nueva Constitución.
Por Pablo Paredes De Zárate
Lic. en Ciencias de la Comunicación. Periodista gráfico. Un viajero que tiene hoy su puerto en Villa María, Córdoba, pero con el mapa del mundo siempre presente. Fue jefe de Redacción en Puntal Villa María y hoy escribe para Villa María Ya Le apasiona contar historias, mínimas y gigantes, de personas y colectivos. Lee todo lo que puede y hoy asume el desafío de la comunicación y el márketing digital. Algunos referentes: Pedro Brieger y Mariano Saravia, por su trayectoria y pensamiento; Mario Pergolini, por su capacidad de innovar en el periodismo. Muchxs más. Hoy: home office 24/7 con el firme convencimiento de que todo lo que vendrá será mejor.
/ Fotos Diego Figueroa y Juan Hoppe / Migrar Photo
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